Por María Celeste Vargas Martínez y Daniel Lara Sánchez (Los Desinforma-Dos)
Cuando se regresa de largo viaje,
uno añora los cielos grises totalmente llenos de contaminación, las calles
repletas donde se puede pasar más de dos horas atorados en el tráfico, los
micros a reventar, las nuevas líneas del
Metrobus, los policías corruptos, el olor a garnachas, los chismes de las
vecinas, los perros apareándose en las calles y tantas, pero tantas cosas… ¿en
serio extrañábamos todo eso? ¡Quién sabe! Pero en verdad hay cosas que se añoran
por muy malas que sean y cuando uno
regresa espera encontrar algo nuevo: el Mexibus ya funcionando y no sólo en
promesa de campaña, un país más seguro, competitivo, con mayores ofertas de trabajo,
donde alguien con maestría gane los 52 mil pesos que aseguran algunos políticos
y no los miserables 10 mil que la realidad nos restriega en la cara… Pero sobre
todo, se espera hallar una enorme
industria de la animación mexicana generadora
de obras artísticas que no compitan
solas por el Ariel sino que lleguen a
ser nominadas al Oscar (por lo menos).
Cuando
nos fuimos se suponía que la industria estaba en sus mejores momentos, todos
hablaban del boom de la animación mexicana. Había estudios surgiendo hasta
debajo de las piedras y todos tenían proyectos… es más, algunos afirmaban producir, mínimo, una
película por año; nacían organizaciones que unirían a todos los involucrados en
la industria (algunos lo harían de
manera gratuita y otros cobrando sus respectivas cuotas); festivales de cine aparecían
en el centro y norte del país para dar a
conocer los cortometrajes de los nacientes (y no tanto) artistas; los medios
hablaban, aunque sea escuetamente, de ellos y el boom seguía creciendo; se
edificaría toda una ciudad en la que las mentes más talentosas de México (y
probablemente del extranjero) darían luz, color, movimiento y tecnología de
punta al mundo de la animación. Con todo esto, uno espera bajarse del avión y encontrarse en el puesto de periódicos un par
de notas de ocho columnas anunciando el éxito y reconocimiento de las más recientes
producciones animadas; ir a algún
centro comercial y ver una botarga de la película mexicana animada más taquillera en lugar de anuncios con Eugenio Derbez. Y resulta que la realidad nos muestra en ocho
columnas los nuevos impuestos, la privatización del petróleo, una que otra nota
roja y a las botargas del Doctor Simi bailando candentemente.
Pero
en realidad, cuando llegamos el dinosaurio seguía ahí. A decir verdad ahora nos
encontramos completamente en blanco respecto a la animación mexicana… No
sabemos nada de nada (pero al parecer no somos los únicos), así que les pedimos
un poco de compasión y paciencia por
estas almas ignorantes de las bondades y bellezas de la industria animada en el
país y les pedimos que nos mantengan informados,
o mínimo, nos digan si el boom sigue o ya
se terminó.
Apiádense
de nosotros y… ¡Anímense a opinar!
P.D. Como sea les deseamos a todos un excelente
2014.