Por María Celeste Vargas Martínez y Daniel Lara Sánchez (Los Anima-Dos)
La nostalgia siempre ha sido un excelente negocio en la industria del entretenimiento y, en especial, en el cine. Los productores cinematográficos y televisivos saben perfectamente que apelar a los recuerdos de las personas casi siempre les redundará en excelentes ingresos. Por ello, en los últimos años han proliferado adaptaciones para cine de viejas series televisivas. A los espectadores les gusta ver en pantalla grande algo parecido a lo que veían en la tele cuando eran pequeños, quizá con la ilusión de volver a ser niños por un rato. Desafortunadamente, los resultados casi nunca son los esperados porque, simple y sencillamente, la época es otra y los recuerdos y la realidad casi nunca van a la par.
A este gusto por la nostalgia le apostó Ánima Estudios cuando se embarcó a coproducir la película “Don Gato y su pandilla” que se convirtió, quién lo iba a pensar, en la película “mexicana” con más ingresos en taquilla durante 2011: más de 112 millones de pesos. También rompió récord al ser la cinta “mexicana” en la historia con mayores ingresos en su primer día de exhibición: 41 millones de pesos, quitándole la marca a “El crimen del padre Amaro”, paradójicamente dirigida por un cineasta que aún no puede terminar su primer largometraje animado por falta de recursos: Carlos Carrera (otra paradoja: Carrera fue durante un tiempo asesor de Ánima Estudios).
Pero regresando a la nostalgia, ésta es, seguramente, la razón que llevó a tantas personas (casi 900 mil) a las salas de cine a ver la película. El público probablemente desea, por un lado, regresar a aquellas tardes mágicas en las que, en la pantalla televisiva, hacía su aparición ese gato amarillo y sus cinco amigos haciendo una y mil peripecias para salir adelante; por otro, averiguar si a sus hijos les gustarían las aventuras de tan simpático felino.
El largometraje que Ánima coprodujo con Illusion Studios, empresa argentina, se basó en la serie “Top Cat” (conocida en México como “Don Gato y su pandilla”), de Hanna-Barbera cuyo primer episodio (“Hawaii-Here We Come”) se presentó el 27 de septiembre de 1961. De la serie, que se inspiró en “You’ll Never Get Rich”, de Phil Silvers, se produjeron sólo 30 episodios y el último de ellos se presentó el 18 de abril de 1962. Un dato curioso: existe un corto realizado por Seymour Kneitel (yerno de Max Fleischer) llamado “The Cat”, que sin embargo está registrado como “Top Cat”.
Algo también curioso es que durante muchos años los 30 episodios de “Don Gato” se repitieron una y otra vez en la televisión mexicana, sin perder el interés del espectador. Ello debido no sólo a sus divertidas historias, sino al excelente doblaje nacional de aquellos años que dotó a algunos de los personajes (principalmente Cucho y Benito) de una personalidad distinta a la que poseían en su país de origen. Sí, Don Gato marcó a toda una generación.
Pero “Don Gato y su pandilla” realizada por Ánima Estudios dista mucho de esa vieja producción de animación económica, donde los fondos sin fin podían hacer que viéramos pasar el mismo carro rojo más de diez veces en una misma escena, donde la simpleza de los trazos redondos a veces dejaba ver sus errores, donde los personajes podían estar desproporcionados, donde las risas de fondo (que se quitaron en el doblaje mexicano) no nos invitaban a reír del humor de los guiones, donde el doblaje nacional enriqueció la animación y donde el buen sabor de boca, gracias a las geniales historias, se mantenía a lo largo de los veintidós minutos que duraba cada episodio. Sí, hay una gran diferencia entre aquel Don Gato de los recuerdos y el presentado el año pasado.
Así que dejando los excelentes recuerdos a un lado, a partir de ahora hablaremos de “Don Gato y su pandilla”, versión Ánima Estudios que se proyectó con 721 copias en 900 salas en el país. La cinta fue dirigida por Alberto Mar, producida en México por Fernando de Fuentes, el diseño de personajes recayó en Francisco Herrera y la adaptación del guión en español de Jesús Guzmán.
La historia de la película es por demás plana, tediosa, con puntos climáticos sin fuerza y dispareja. Con un planteamiento del problema obvio, una presentación ligera, un nudo lleno de conflictos sin la fuerza necesaria para atraer completamente la atención del espectador, sin el impulso de originar intriga o crear un ambiente donde quien observa se sienta envuelto en la historia, un climax sin potencia ni impacto (como en la mayoría de los largometrajes nacionales) y un desenlace que si bien supera el conflicto y los protagonistas salen triunfantes, resulta tan plano y tan poco vívido como toda la historia. Por ejemplo: la fuerza que debió tener la lucha entre los perros y los gatos en la prisión, se queda en un simple enfrentamiento lento y sin ritmo.
A pesar de que el relato pretende tener vigencia al contextualizarlo en un época reciente (el empleo de la tecnología en algunas partes de la historia), resulta plano.
Y aunque en el aspecto visual Ánima ha avanzado un poco (la animación pareciera más fluida, pero aún demasiado acartonada), su estilo todavía no deja un buen sabor de boca y la animación sigue siendo limitada. Si bien es cierto que tanto los personajes como los fondos tuvieron que ser adaptados a estos tiempos, Don gato y su grupo de amigos dejaron a un lado sus rasgos redondeados para dar paso a figuras más estilizadas y lineales, con cuerpos achaparrados, y los personajes humanos distan mucho de aquellos de los años sesenta.
Además, algunos elementos creados en 3D siguen carentes de todo realismo, pero otros parecen más acoplados al concepto animado en general (en comparación con otras cintas). El agua, en todas las escenas, se percibe falsa, sobrepuesta, sin asociación a los elementos que la rodean. Lo que también pasa con otros objetos: edificios, carros… etc. Los movimientos de los personajes siguen siendo mecánicos (de pronto creíamos ver al Chavo del 8, pero transformado en gato) y por momentos éstos flotan en los escenarios. Y el uso de algunos takes se percibe forzado y sin justificación, al igual que el empleo del color en ciertas escenas.
Los movimientos de cámara prácticamente no existen, siempre es corte tras corte tras corte. Esto puede ser muy utilizado para series de televisión, pero para un largometraje el no contar con movimientos de cámara fluidos y sólo tener corte a planos en su mayoría cerrados, contribuyen a que el relato mismo no tenga movilidad y que la importancia de algunas escenas pase inadvertidas. A Ánima, al parecer, se le ha olvidado que los planos y movimientos de cámara son parte esencial de la narración, al dar significado, fluidez y relevancia a la historia misma. El usar simples cortes fragmenta la historia, el movimiento y la continuidad que debe poseer la animación. Este elemento que en todos los largometrajes de Ánima está presente, contribuye a restarle significado e importancia al relato.
Aunque quizá los encargados del estudio desean aplicar a sus largometrajes algunos conceptos de estudiosos de los mass media, de ahí su constante deseo de fragmentar la percepción, recepción y apropiación del espectador.
Por si fuera poco, hay errores notables en la película: en una escena el espectador podrá ver un letrero en español y en la otra en inglés; un vidrio al romperse desaparece para segundos después volver a aparecer; las entradas al concierto del violinista están agotadas, pero cuando la acción se desarrolla al interior, la sala está completamente vacía; don Gato escucha sobre una escalera qué pasa al interior del edificio, aunque la acción que involucra Matute se desarrolla en el sótano; el gorila que prácticamente desaparece de escena; los robots que no tienen peso; el desplazamiento lineal y mecánico de los autos; y al finalizar la cinta tal pareciera que algunos autos no tienen llantas.
Además, hay una escena que comienza con una contrapicada de unos edificios en la ciudad, la cual antecede al anuncio de que Don Gato fue apresado, que a nuestro parecer es fatal. No sabemos si quisieron darle realismo o crear una reacción en específico en el espectador, pero la distorsión de los edificios da una sensación de caerse y de movimiento brusco.
En cuando a la música, a pesar de ser creada por Leoncio Lara “Bon” (quien ha realizado interesantes propuestas), en esta cinta nos parece sin fuerza. No hay mucha diferencia entre música objetiva y subjetiva.
La sincronización de labios o doblaje de voz como erróneamente le llaman algunos, estuvo a cargo de un maestro de este arte en nuestro país: Francisco Colmenero. Aquí sí deseamos mencionar a los artistas que prestaron su voz a los personajes animados: Don Gato, Raúl Anaya; Demóstenes, Jesús Guzmán; Espanto, Luis Fernando Orozco, Panza Eduardo Garza; Benito y Cucho, Jorge Arvizu; Matute, Sebastian Llapur; y Buenrostro, Mario Castañeda. La dirección de doblaje sin duda es buena, no habría manera de cuestionar el trabajo de Colmenero, aunque de pronto los movimientos de los labios de los personajes no concuerdan con la voz, eso en realidad sigue siendo culpa, en gran medida, de la animación (muchos animadores nacionales siempre han batallado con los movimientos vocales). Sin embargo, para aquellos que llevamos la nostalgia en las venas, nos hizo falta escuchar las voces de la serie con la que crecimos (la voz del Tata con los años ha cambiado).
Los gags forzados y sin chiste de este Don Gato nos hicieron dedicarle un día entero a la vieja serie, y no nos importó que la animación de los sesenta fuera por demás económica, de fondos planos o de pronto casi nulos, como fuera, nos dispusimos a reír con los chistes simples, mas con humor, y con la historia sencilla, pero atractiva. Dejamos a un lado la animación de Ánima Estudios, Ilusion Studios, Cartoon Saloon, Laughing Lion y Copernicus Studio Inc., y nos quedamos con lo más entretenido del largometraje: los créditos.
Por último, Warner desde hace años había cedido a un estudio mexicano el derecho para animar algunos de sus personajes: Fenton. El que Ánima animara a Don Gato no significa que fuese la primera vez que Warner permitiera que un estudio extranjero le diera vida a los personajes que le pertenecen. Fenton, estudio mexicano, que durante mucho tiempo dio a nuestro país animación de calidad en la publicidad, desapareció y con él lo hizo la animación tradicional. Si este estudio se hubiese mantenido, y al tener la licencia de ciertos personajes de Warner, sin duda hubiera hecho un Don Gato de excelente calidad, probablemente en animación tradicional, y por lo tanto un largometraje con cosas muy buenas de qué hablar.
Pero al final de cuentas, todo sigue siendo nuestro particular punto de vista, así que los invitamos a darnos el suyo… ¡Anímense a opinar!