Por María Celeste Vargas Martínez y Daniel Lara Sánchez (Los Anima-Dos)
Los
investigadores clásicos, encargados de develar las estructuras del relato,
aseguran que éste cuenta con elementos cíclicos y se emplean una y otra vez a lo largo de la
historia del hombre, la diferencia entre uno y otro es la forma como se narra,
la configuración que define a cada uno. Si
ese relato, usado una y otra vez (como ha sucedido con “Cenicienta”), posee una
estructura narrativa interesante,
mantendrá al espectador al filo de la butaca y lo hará percibir una historia
completamente nueva. Cuando vimos por
primera vez “Un gallo con muchos huevos” nos vino a la memoria “Karate Kid” (tanto la versión de 1984 como la
de 2010): un joven, enclenque, despistado y pacífico, es preparado por un
mentor para enfrentar a los malos del cuento. Éste es el hilo conductor en
ambas historias, adicionado con otros elementos. La diferencia es: en su momento “Karate Kid”
nos llamó la atención; “Un gallo con muchos huevos”, no.
El tercer largometraje de los
hermanos Riva Palacio (escrito, dirigido y producido por ellos), se presentó en
las salas cinematográficas el año pasado, recaudando 167 millones 800 mil pesos, lo que hizo a la
película estar en la cima de la taquilla nacional. En ella, Toto, quien ahora es un joven gallo, tendrá que
enfrentar a Bankivoide, para que La Abuela conserve la granja donde él y
sus amigos viven. Para esta cinta se
dejó de lado la animación 2d que caracterizó a las dos producciones anteriores:
“Una película de huevos” (2006) y “Otra
película de huevos y un pollo” (2009). Huevo Cartoon deseaba incursionar en la moda de las cintas
mexicanas de hacer producciones en 3d.
Con los albures indispensables,
sello del estudio, los personajes
huevos, gallos, gallinas y demás animales, junto con algunos humanos, pretenden
mantener al público en vilo durante los 97 minutos que dura la cinta. La cual,
por cierto, se realizó gracias al apoyo de Conaculta, Fidecine, Televisa,
Herdez, GameRush, Blockbuster, HDI Seguros y los anuncios insertados (otra
característica de Huevo Cartoon): marcas de agua embotellada, jugos, dulces… etc.
Al
ver la cinta, lo primero que nos preguntamos es a qué tipo de público va
dirigida y la respuesta aún no la tenemos, porque en realidad no está definida
para una audiencia en específico. De ahí los problemas en la historia y en la estructura del
relato. Al no establecer para qué tipo
de público se está haciendo la película,
lo que se cuenta no está sustentado en
una estructura visual completa y no posee los elementos indispensables para generar una producción de calidad. Al no definir el target, la historia tiene situaciones poco relevantes y hechos de relleno. No hay un público meta
por:
1) Tipo
de historia.
2) Tipo
de personajes.
3) Tipo
de música.
4) Otras
referencias en la historia.
Estos
cuatro elementos involucran a diferentes tipos de público. Una historia bien
contada es suficiente para unir a todos
ellos, lograr identificación con cada uno y por lo tanto hacer una producción
agradable. En el caso de la cinta
mencionada, no se logra: es una mezcla
de elementos disímiles y de diferentes épocas. ¿A qué tipo de audiencia le gustan las peleas
de gallos (escondidas con una especie de box y lucha libre)? Personajes
adolescentes sin fuerza ni problemas comunes e identificables con los espectadores. Aunado a la presencia
de un grupo de patos raperos que están ahí sólo para que los adolescentes se
reflejen en ellos y su participación es más que forzada. Canciones de diferentes épocas, años y
géneros: ¿Algún adolescente conoce a Louis Armstrong? A quien le gusta la
Agrupación Cariño, ¿puede sentir lo mismo con George Thorogood? ¿La música adicional en realidad logrará una mediación referencial
con el público? Al hacer alusión a “Karate Kid” (1984), ¿qué edad tiene ahora
el público que la vio?
Sin
un público definido, “Un gallo con muchos huevos”, es una película muy larga
para un relato tan flojo, a nuestro parecer es el peor guión de las tres
producciones del estudio. Varias escenas
podrían desaparecer y no pasaría nada con el desarrollo. Algunas
deberían ser cortadas, condensar los hechos, para hacer menos tedioso el
relato. El cual, tampoco, está definido. Una comedia con albur, mezclada
con algo de comedia de situación y un
poco de perseguido-perseguidor, da como
resultado una historia aburrida.
El
planteamiento del problema es muy largo. Treinta minutos, para establecer que
La Abuela podría perder la granja, es
mucho tiempo. El nudo, esa pequeña intriga creada en el espectador,
es superflua. No logra hacer que éste se involucre con la historia porque lo
que le antecede es muy largo. Aunque es de rescatar que una de las mejores
escenas es la intervención de los zopilotes en la granja, y la persecución de
Toto, tiene el timing que debió tener
toda la cinta. En esta secuencia, la
música es correcta para el efecto que se quiere provocar.
Llegar al clímax, es darnos cuenta del ritmo
que mantuvo siempre la película, lento y
sin mayor fuerza. Al existir esa similitud
con “Karate Kid”, como espectadores, esperamos la patada precisa para
que Toto ganara… y así fue. El clímax es
largo, sin velocidad y visualmente no posee los elementos necesarios que
involucren al espectador. No hay manejo de color, no hay una banda sonora
fuerte. El clímax debe hacer uso de todos los
elementos para que las personas se involucren por completo en esa parte
de la historia. Se deben despertar todos los sentidos. El clímax contiene la
fortaleza del relato, a través del lenguaje visual y lo sugerente de los
sonidos. “Un gallo con muchos huevos”
adolece de todo ello, lo cual demuestra que una historia no se hace sólo con
albures.
El desenlace es predecible y apresurado. Aquí el espectador
no tiene que liberar la tensión creada
en el clímax, al saber qué pasara, las emociones decaen y el desenlace se transforma en una escena
más de la película.
El relato es una historia
estadounidense con destellos de situaciones
nacionales: el granjero perderá su propiedad, por lo cual se debe resolver el
problema (lo hemos visto en películas y series del vecino país del Norte). Desafortunadamente,
la única opción que al parecer tuvo el guionista, fue resolver el problema con una pelea de gallos
en un palenque mexicano (nada más nacional). Pero aquí no se tomó en cuenta que
el presentar una pelea de gallos puede incomodar a cierto tipo de público, más
en estos tiempos donde se apela por la protección a los animales… Y la película
está llena de animales. La solución al conflicto debió ser otra, pues utilizar
la pelea de gallos puede contribuir a que la mediación cognoscitiva y cultural en
el espectador disminuya considerablemente.
El mal relato va de la mano con el
estilo deformista, la animación limitada
y carente de calidad. Todos los personajes asemejan a juguetes de plástico
moviéndose de forma extraña. No existen texturas adecuadas: las plumas no
parecen plumas, el agua no representa a ésta, el pasto asemeja a una alfombra
extraña. Los personajes flotan sobre los
escenarios. No hay integración visual de personajes, objetos, fondos, cada uno
se mueve en su propio espacio y no conforman
un concepto completo e integrado: cuando Don Poncho levanta al que será
el mentor de Toto, Patín Patán, se ve el
ala del viejo gallo sin sujetar al personaje, por lo tanto levita; los pollos
flotan sobre el pasto, sobre la madera y de pronto sobre el mismo cielo; los
escenarios son planos, sin dimensión ni textura; las casas parecen pertenecer a
una maqueta; las sombras, en algunas escenas, como la primera, no están en
concordancia con la posición del sol; los huevos están plastificados.
Por si fuera poco, todos los escenarios
parecen sacados de una película gringa: granjas estadounidenses, con sus casas
a dos aguas, graneros enormes, tanques de agua y desiertos del mismo país,
llenos de cactus de plástico.
El lenguaje narrativo ofrecido por
los planos y los movimientos de cámara no contribuye a agilizar la historia. El gran número de planos abiertos no ayuda
cuando los escenarios no están detallados y son completamente estáticos: las
ramas de los árboles no se mueven tras los personajes, tampoco el pasto (no hay
movimiento en nada). Un plano largo que presenta muy poca información visual
resta importancia y atractivo en la narración, sobre todo cuando la acción o el
relato no lo fortalecen. Ello nos hace
preguntarnos, ¿en realidad las producciones animadas de nuestro país toman en cuenta los planos utilizados
de acuerdo al lenguaje cinematográfico?
El diseño de personajes es muy
simple. Pero destacan los zopilotes y el Huevo padrino y sus ayudantes (ambos con
mejor textura que los otros personajes). Toto, el protagonista de la historia, es un héroe simplón, sin energía ni fuerza.
Muchos de los personajes parecieran no tener una historia tras de sí, lo que
les resta importancia. Chiquis, por
ejemplo, podría no existir en el relato y no pasa nada. Pareciera que se metió
en la historia porque cualquier lugar mexicano debe tener una vedete o la
chica guapa del cuento. Pero le falta
mucho para tener una personalidad sólida.
Por
otra parte, en “Un gallo con muchos huevos” no existe un personaje reflejo de la maldad.
Existen tres posibles malos, todos planos: Bankivoide (vaya nombre); Chiquis y
el dueño del gallo. El primero se redime al final, en la segunda no quedan
claros los motivos de sus acciones y el
tercero tampoco representa a la maldad. Una película donde hay un héroe que tendrá que luchar contra “el malo” para
resolver el conflicto y no muestra un
ícono de la maldad, como tal no
tendrá mayor trascendencia. Si no hay un malo al que combata el héroe, ¿a quién
odiará el espectador? Y, ¿cómo se identificará con el protagonista?
Como muchos de los personajes
representan a estereotipos con personalidades poco definidas, dudamos que haya
una buena identificación del espectador.
Otros personajes están de relleno, como el nieto de La Abuela: éste
debió ser explotado, pues aparece al principio de la cinta, se pierde una hora
y regresa al final. Por si fuera poco, hay personajes que recuerdan a otros de
producciones clásicas: el pato con quien lucha Don Poncho es el Pato Lucas en
color café; Di, la novia de Toto, es Miss Prissy, la novia del Gallo Claudio,
en su versión joven; los Tlacuaches son la reencarnación de José y Manuel,
aquellos cuervos de los viejos cortos producidos por Warner Brothers.
Por último, el manejo del color en
la cinta no tiene una función real. Mientras éste puede despertar diversas
sensaciones en el espectador, aquí es
sólo la manera de dar un poco de vida a personajes y escenarios, pero nada más. Por cierto, los fondos son totalmente gringos, al menos van a la par con el conflicto, no sabemos si lo hicieron para atrapar audiencias de otros países, pero el ver un palenque en un pueblo mexicano (Tepizcoelhoyo, creativos como siempre) rodeado del Gran Cañón y las enormes granjas de Kansas, visualmente no es agradable.
Por lo que respecta a la banda
sonora, en “Un gallo con muchos huevos” es el elemento con menor importancia.
Aunque en realidad, en todas las películas animadas mexicanas sucede lo mismo y eso representa un
serio problema en la animación nacional.
La música no enfatiza situaciones, no
profundiza en otras, salvo en la intervención de los buitres (en este
caso es muy buena), en general sólo acompaña acciones. Como fondo sonoro es buena,
pero nada más. En el clímax, donde la música original debió ser parte integral
de la narración, no despierta el interés en el espectador. Sin embargo, ésta es
mucho mejor a la música adicional, la cual es una mezcla de géneros e
intérpretes que no fortalece ni las situaciones ni el relato al combinar
estilos, idiomas, ritmos e instrumentaciones distintas. Cuando este tipo de
mezcla se realiza con una intención comunicativa y de acuerdo con el guión y
las acciones presentadas, es un excelente recurso. En “Un gallo con muchos
huevos” se trata solamente de un truco auditivo para evitar los silencios. La
función comunicativa no existe.
Además, la falta de sonidos en off (hojas de árboles, pájaros, agua) es notoria.
La mayor parte de la acción se desarrolla en lugares abiertos y si no fuera por
los diálogos, un silencio enorme rondaría toda la película. La sonorización de efectos es mínima, en
algún momento se pueden escuchar pasos, pero nada más. En el clímax los sonidos
propios de un palenque, los sonidos provocados por la acción misma, se escuchan
muy lejanos y sin integración con la imagen.
Y aquí nuevamente nos preguntamos,
¿a qué tipo de público va dirigida la cinta? Porque si es para adolescentes y
adultos, nada mejor que hacer un excelente uso del silencio para enfatizar
momentos. Pero esa falta de sonidos, de silencios intencionados, le resta
realismo y cercanía a la película en su relación con el espectador.
En
cuanto al doblaje, es de destacar la excelente voz de José Lavat, quien da vida
a Don Poncho y Sergio Sendel, como el gallo Bankivoide. El resto del elenco,
aunque cumple con su trabajo de manera decorosa, no aporta ningún elemento de
caracterización de voz memorable. No hay voces que el espectador recuerde. Una
de las facetas que permiten a un personaje de animación quedar en la memoria de
la audiencia es su voz (recordemos, por ejemplo, la inolvidable interpretación
de Germán Valdés Tin Tan como el oso Baloo o Marina Huerta en su
caracterización de Bart Simpson).
Huevo Cartoon quizá debería regresar
a sus producciones en 2d, en las cuales lograron tener mejor calidad, construir
historias más sólidas y correctamente
definidas, aun con relatos explotados una y otra vez. Por cierto, el final feliz donde todos los
personajes bailan, un desenlace muy
gringo, parece ser una falta de respeto a su público cautivo, que después de
más de una hora y media, de un relato sin importancia y de gags simples, no merecen nada mejor que a todos los personajes complacidos bailando.
Los errores del manejo del sonido no los note al ver la pelicula..
ResponderEliminarConcuerdo en que esta pelicula es la peor de la trilogia, creen que Huevocartoons se arriesge a sacar otro porducto?