domingo, 14 de agosto de 2016

Y cuando me dormí, la animación mexicana seguía ahí

Por Cascarrabias



Pues sí, esta frase lo dice todo. Ustedes saben que yo soy amante del cine: me gusta ir una vez a la semana a ver los estrenos del momento  y atragantarme de palomitas (aunque hay  algunas que son verdaderamente pésimas, en esos casos me contrabandeo una bolsa de chuchulucos de la tienda departamental o de conveniencia –de conveniencia para sus dueños- más cercana). Cuando los estrenos son películas de animación la verdad me espero una o dos semanas para verlas, porque me choca estar rodeado de tanto chamaco gritón e impertinente.  Y ahora que me acuerdo, papás: no sean gandallas, ¿por qué llevan a su  prole a ver películas  con escenas no propias para niños? He visto a  familias con chamaquitos que cuando llegan escenas “íntimas”  ahí le están prestando el celular al escuincle o lo llevan al baño o tratan de hacerlo menso. He escuchado a los niños decir: “Sí, ya sé… juego con el celular”, “¡Órale qué es eso!” y el colmo fue una chamaquita rebelde que me hizo soltar una carcajada: “¡Que yo ya fui a hacer pis, si quieres hacer caca ve tú!”. En fin, muy su problema, pero pobres chamacos. Pero retomando lo que estaba diciendo,  para ir a ver películas mexicanas de animación sí  le pienso mucho porque me dan una flojera increíble.  La neta, de las últimas películas animadas mexicanas sólo fui a ver una y me dormí un rato, las demás las vi en mi casa después de comprarlas piratas… Sí, la situación está crítica como para gastar en una original, óigame “asté”, en una tienda departamental, de esas que son todas azules, estaba más cara Don Gato, el inicio de la pandilla, que Superman… No, pues la compré pirata. Y en su momento, la comentaré (ni modo, fieles tres lectores, deberán esperar).
            Todo esto me puso a pensar en que, así como en el cuento de “El Dinosaurio” de Monterroso, uno puede irse a dormir plácidamente, despertar… y notar que la animación mexicana efectivamente sigue ahí, pero que no tiene movimiento… ni para atrás ni para adelante (lo cual es bien paradójico, porque la animación es movimiento). Así que, en este caso, podría seguir dormido, como cuando me jeteo en las salas de los cines al ver una cinta mexicana de animación… y la película seguirá, igual que toda la animación hecha en el país… pero sin mucha variación.
            Y ustedes se preguntarán: ¿a qué viene este sermón del Casca? Bueno, la cosa  que en esas noches, cuando es imposible dormir porque tu vecino de al lado diestro tiene fiesta con música estruendosa y borrachos haciendo el ridículo hasta las cuatro de la mañana y a tu vecina de al lado siniestro la da por lavar sus garritas hasta las tres (benditas casas de interés social), a mí me da por filosofar (a esa hora en la tele pasan puras cosas aburridas y películas indecentes). En una de esas interminables noches, mascaba ideas en mi tatema: ¿Pues qué pasó con el boom de la animación mexicana que tanto se cacareó hace más o menos diez años? ¿Dónde están los revolucionarios estudios que harían una o más películas por año? ¿Qué pasó con algunos largometrajes, dirigidos por personas de prestigio internacional, cuyo estreno se anuncia cada año y que seguimos esperando? ¿Y los animadores independientes que iban a ganar un montón de premios en festivales internacionales? ¿Dónde quedaron las jóvenes promesas de la animación apoyadas por Imcine y ganadoras de Arieles? ¿Qué ha sucedido con la ciudad creativa jalisciense, cuántas producciones llevan terminadas y estrenadas (o qué, los dirige Jorge Vergara)? ¿Y las asociaciones que iban a aglutinar al gremio de animadores para sacar adelante la industria? ¿Y los chorro mil festivales de animación que hay en el país, cómo han sacado adelante nuestra súper industria, más fregona que la japonesa? Nooo, si les digo que puras decepciones, como la delegación mexicana en Río.
            Y pues ya entrado en gastos, y mientras escuchaba a la esposa de mi vecino dizque cantar con la voz aguardentosa y a la otra vecina gritarles a sus hijas que exprimieran bien los calzones, comencé a pasar lista a los grandes estudios de animación mexicana. Ánima, por ejemplo: les ha costeado (como decía me abuela) continuar con las secuelas de La leyenda de la Nahuala, franquicia que a su vez les compraron a Animex. También les ha funcionado Don Gato: ya llevan dos películas. O sea: sus éxitos los han logrado con personajes que no inventaron ellos (otro botoncito de muestra: las seres que maquilan). Pero cuando se meten a querer hacer 3D o historias realmente originales, de ellos… ¡Dios nos agarre confesados!
            En cuanto a Animex, ya que los metí al cuento, después del modesto éxito de la Nahuala, nomás no logran despuntar… su primer intento de largometraje, Maya, quedó en eso; Nikté y Juan Escopeta no tuvieron buena respuesta ni en taquilla ni en chayote, digo, con la crítica “especializada” (ajá); Selección Canina tuvo un papel más pobre en las salas que la Selección Mexicana en los Mundiales; El Americano, que según era su carta fuerte, se ahogó en la primera semana de su estreno. Triste el panorama.
            Huevocartoon… pues vaya huevos que han tenido y que les han dado taquillazos. El problema, desde la perspectiva de su valedor, o sea yo, es que, en las tres películas que han hecho… ¡siempre cuentan la misma historia! Y que el paso al 3D tampoco les salió muy chido que digamos. En realidad, han salido a flote gracias a que basan sus producciones en albures y dobles sentidos, que a la mayoría de los mexicanos les encantan, sobre todo si son gruesos y largos, y pues así agarran la delantera (ohhhh, ¿no les digo?).
            Hay otros estudios que en su momento hicieron sus cositas, como los que produjeron Brijes 3D, Héroes Verdaderos, El niño de piedra (que hasta ganó un Roma, digo un Ariel), etcétera… ¿Dónde están sus nuevas películas? ¿Por qué no tienen continuidad?
            Igual los animadores independientes, los que solos tratan de hacer sus obras, como una de hace poco que se llamó Joyfluid y que la neta no vi porque creo que estuvo dos días en cartelera y no la encuentro en dividí ni blu rey. O los que hacen cortometrajes. ¿Dónde se exhiben, cómo se consiguen? O las mafias jaliscienses… perdón, quise decir, los grupos de animadores ganadores de premios que ellos mismos se entregan.
            Para acabarla de joder, esta industria animada mexicana dividida, a veces corrupta, limitada y pobre, no acepta críticas y no le gusta que se hable mal de ella. ¿Por qué creen que a mí nunca me invitan a un festivalito como juez o ya de perdida como conferencista o colado para aplaudir? Pues porque de seguro no les gustaría lo que diría.
            Y como de hecho, estoy seguro, a estas alturas del artículo muchos que se han atrevido a leerlo ya deben de tener agruras o cólicos… mejor aquí le dejo. Intentaré dormir por la madrugada en mi casa, pero como de seguro no lo voy a lograr, esperaré el siguiente estreno de una película animada mexicana para recuperar las horas de sueño. Total… seguiré durmiendo, despertaré, volveré a roncar… y la animación mexicana seguirá ahí. Ahí nos vemos… ¡Y absténganse de opinar!

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