Pues
sí, esta frase lo dice todo. Ustedes saben que yo soy amante del cine: me gusta
ir una vez a la semana a ver los estrenos del momento y atragantarme de palomitas (aunque hay algunas que son verdaderamente pésimas, en
esos casos me contrabandeo una bolsa de chuchulucos de la tienda departamental o
de conveniencia –de conveniencia para sus dueños- más cercana). Cuando los
estrenos son películas de animación la verdad me espero una o dos semanas para
verlas, porque me choca estar rodeado de tanto chamaco gritón e
impertinente. Y ahora que me acuerdo,
papás: no sean gandallas, ¿por qué llevan a su
prole a ver películas con escenas
no propias para niños? He visto a
familias con chamaquitos que cuando llegan escenas “íntimas” ahí le están prestando el celular al
escuincle o lo llevan al baño o tratan de hacerlo menso. He escuchado a los
niños decir: “Sí, ya sé… juego con el celular”, “¡Órale qué es eso!” y el colmo
fue una chamaquita rebelde que me hizo soltar una carcajada: “¡Que yo ya fui a
hacer pis, si quieres hacer caca ve tú!”. En fin, muy su problema, pero pobres
chamacos. Pero retomando lo que estaba diciendo, para ir a ver películas mexicanas de
animación sí le pienso mucho porque me
dan una flojera increíble. La neta, de
las últimas películas animadas mexicanas sólo fui a ver una y me dormí un rato,
las demás las vi en mi casa después de comprarlas piratas… Sí, la situación
está crítica como para gastar en una original, óigame “asté”, en una tienda
departamental, de esas que son todas azules, estaba más cara Don Gato, el inicio de la pandilla, que Superman… No, pues la compré pirata. Y
en su momento, la comentaré (ni modo, fieles tres lectores, deberán esperar).
Todo esto me puso a pensar en que,
así como en el cuento de “El Dinosaurio” de Monterroso, uno puede irse a dormir
plácidamente, despertar… y notar que la animación mexicana efectivamente sigue
ahí, pero que no tiene movimiento… ni para atrás ni para adelante (lo cual es
bien paradójico, porque la animación es movimiento). Así que, en este caso,
podría seguir dormido, como cuando me jeteo en las salas de los cines al ver
una cinta mexicana de animación… y la película seguirá, igual que toda la
animación hecha en el país… pero sin mucha variación.
Y ustedes se preguntarán: ¿a qué
viene este sermón del Casca? Bueno, la cosa
que en esas noches, cuando es imposible dormir porque tu vecino de al
lado diestro tiene fiesta con música estruendosa y borrachos haciendo el ridículo
hasta las cuatro de la mañana y a tu vecina de al lado siniestro la da por
lavar sus garritas hasta las tres (benditas casas de interés social), a mí me
da por filosofar (a esa hora en la tele pasan puras cosas aburridas y películas
indecentes). En una de esas interminables noches, mascaba ideas en mi tatema:
¿Pues qué pasó con el boom de la
animación mexicana que tanto se cacareó hace más o menos diez años? ¿Dónde
están los revolucionarios estudios que harían una o más películas por año? ¿Qué
pasó con algunos largometrajes, dirigidos por personas de prestigio
internacional, cuyo estreno se anuncia cada año y que seguimos esperando? ¿Y
los animadores independientes que iban a ganar un montón de premios en
festivales internacionales? ¿Dónde quedaron las jóvenes promesas de la
animación apoyadas por Imcine y ganadoras de Arieles? ¿Qué ha sucedido con la
ciudad creativa jalisciense, cuántas producciones llevan terminadas y
estrenadas (o qué, los dirige Jorge Vergara)? ¿Y las asociaciones que iban a
aglutinar al gremio de animadores para sacar adelante la industria? ¿Y los
chorro mil festivales de animación que hay en el país, cómo han sacado adelante
nuestra súper industria, más fregona que la japonesa? Nooo, si les digo que
puras decepciones, como la delegación mexicana en Río.
Y pues ya entrado en gastos, y
mientras escuchaba a la esposa de mi vecino dizque cantar con la voz
aguardentosa y a la otra vecina gritarles a sus hijas que exprimieran bien los
calzones, comencé a pasar lista a los grandes estudios de animación mexicana.
Ánima, por ejemplo: les ha costeado (como decía me abuela) continuar con las
secuelas de La leyenda de la Nahuala,
franquicia que a su vez les compraron a Animex. También les ha funcionado Don
Gato: ya llevan dos películas. O sea: sus éxitos los han logrado con personajes
que no inventaron ellos (otro botoncito de muestra: las seres que maquilan). Pero
cuando se meten a querer hacer 3D o historias realmente originales, de ellos…
¡Dios nos agarre confesados!
En cuanto a Animex, ya que los metí
al cuento, después del modesto éxito de la Nahuala, nomás no logran despuntar… su
primer intento de largometraje, Maya,
quedó en eso; Nikté y Juan Escopeta no tuvieron buena
respuesta ni en taquilla ni en chayote, digo, con la crítica “especializada”
(ajá); Selección Canina tuvo un papel
más pobre en las salas que la Selección Mexicana en los Mundiales; El Americano, que según era su carta
fuerte, se ahogó en la primera semana de su estreno. Triste el panorama.
Huevocartoon… pues vaya huevos que
han tenido y que les han dado taquillazos. El problema, desde la perspectiva de
su valedor, o sea yo, es que, en las tres películas que han hecho… ¡siempre
cuentan la misma historia! Y que el paso al 3D tampoco les salió muy chido que
digamos. En realidad, han salido a flote gracias a que basan sus producciones
en albures y dobles sentidos, que a la mayoría de los mexicanos les encantan,
sobre todo si son gruesos y largos, y pues así agarran la delantera (ohhhh, ¿no
les digo?).
Hay otros estudios que en su momento
hicieron sus cositas, como los que produjeron Brijes 3D, Héroes Verdaderos,
El niño de piedra (que hasta ganó un Roma,
digo un Ariel), etcétera… ¿Dónde están sus nuevas películas? ¿Por qué no tienen
continuidad?
Igual los animadores independientes,
los que solos tratan de hacer sus obras, como una de hace poco que se llamó Joyfluid y que la neta no vi porque creo
que estuvo dos días en cartelera y no la encuentro en dividí ni blu rey. O los
que hacen cortometrajes. ¿Dónde se exhiben, cómo se consiguen? O las mafias jaliscienses…
perdón, quise decir, los grupos de animadores ganadores de premios que ellos
mismos se entregan.
Para acabarla de joder, esta
industria animada mexicana dividida, a veces corrupta, limitada y pobre, no
acepta críticas y no le gusta que se hable mal de ella. ¿Por qué creen que a mí
nunca me invitan a un festivalito como juez o ya de perdida como conferencista
o colado para aplaudir? Pues porque de seguro no les gustaría lo que diría.
Y como de hecho, estoy seguro, a
estas alturas del artículo muchos que se han atrevido a leerlo ya deben de
tener agruras o cólicos… mejor aquí le dejo. Intentaré dormir por la madrugada
en mi casa, pero como de seguro no lo voy a lograr, esperaré el siguiente
estreno de una película animada mexicana para recuperar las horas de sueño.
Total… seguiré durmiendo, despertaré, volveré a roncar… y la animación mexicana
seguirá ahí. Ahí nos vemos… ¡Y absténganse de opinar!
No hay comentarios:
Publicar un comentario