Luego hubo un lapso de otros años y de forma sorpresiva volvió la oportunidad de reanudar la actividad, ya en producciones profesionales y no como aprendiz. Los Supersabios, a finales de los 70, fue la primera cinta en que participé; con un argumento de las historietas de Germán Butze, su creador. Cuando se hubo terminado esa película, comencé a participar en maquila de series de televisión para… ¡Hanna-Barbera! No hubo más remedio que reconectarme con aquellos años infantiles de arrobamiento con Tom y Jerry. En esa actividad, absorbente pero muy satisfactoria, me ocupé con gran entusiasmo, aprendiendo principalmente mediante el estudio de técnicas de animación a través de libros, aplicando ese conocimiento “sobre la marcha” y llenando así muchas carencias por falta de maestros directos, que ya no estaban en México pues habían regresado a su país cuando terminaron las primeras series como Súper Can, Los To to topos y demás, en estudios que solo conocí de nombre: Gamma y Tompkins. Siendo en éstos donde hubo muy buenos animadores estadunidenses, maestros que enseñaron la técnica en México, aprovechada por unos cuantos, que luego emigraron casi todos para trabajar directamente en Estados Unidos. Algunos incluso en Disney, muy selectos, de los que recuerdo nombres como Ernesto López, Olivares, Miguel García, Arnulfo Rivera y uno que no emigró de aquí: Rafael Ruiz Tejada, con quien conservo una excelente amistad actualmente.
En
el trabajo entusiasta disfruté aprendiendo la técnica y aplicándola lo mejor
posible, ya que no se trataba de animación completa sino limitada por ser para televisión, que es muy demandante por los
tiempos de entrega de trabajo a máxima prisa. Sin embargo, el gran gusto por la
absorbente actividad me concedió muy buenas experiencias en ese aprendizaje
práctico, algo de lo cual comparto ahora en forma bastante concisa en las
siguientes líneas.
Tal
como el cine filmado en celuloide no es otra cosa que una sucesión de “transparencias”,
que pasan por el recuadro iluminado que las proyecta a esa velocidad, la
animación consiste también en una sucesión de dibujos fotografiados “cuadro a
cuadro” y que da por resultado la ilusión que se produce en la retina, al
“mezclar” superponiéndolas, las imágenes proyectadas de tal modo que al ir
quedando traslapadas por fracciones de segundo, nos hace ver un movimiento que
no percibiríamos si fuéramos capaces de captar aisladamente cada uno de los
cuadros.
Cuando
vemos transparencias con varios segundos de permanencia cada una, estamos
percibiendo cuadros fijos que cambian paulatinamente para dar paso a los
siguientes, pero es la velocidad de la proyección en cine lo que nos permite
que la ilusión de lo presenciado (las imágenes superpuestas en la retina)
parezca movimiento y vida real. Sin embargo, hay que aclarar que existen
diferencias leves en la velocidad de proyección y grabación de acuerdo al medio
de que se trate, diferente al celuloide de la cinta de cine. Por ejemplo, en
una cinta de video la velocidad es de 29 cuadros virtuales por segundo (son 29
cuadros y una fracción) además de que en ella no podemos “ver a ojo” las
imágenes grabadas, lo cual resulta igualmente imposible en un DVD, ya que los
pulsos magnéticos se traducen en “fotos” únicamente en la pantalla.
Pero
vamos directamente a lo que ha sido el proceso de la animación dibujada,
animación tradicional, llamada propia y genéricamente Dibujos Animados.
Toda
la aventura que representa una producción de este tipo, comienza por una historia escrita o guión, que es la narración que el autor redacta pensando desde ese
momento en las inmensas posibilidades de la animación, que permite toda suerte
de trucos visuales prácticamente sin límite y que básicamente van a
dibujarse. Contando, además, con el
apoyo de recursos técnicos de la propia cámara de filmación, del laboratorio
fotográfico y, actualmente de la computadora. Recursos que han ido
enriqueciéndose y ganando en versatilidad para incluir a plenitud la filmación
“en vivo”, a la que se pueden añadir una infinidad de trucos que engañan por su
sensación realista a casi todo el público, incluida una inimaginable cantidad
de adultos que caen en el engaño fácilmente y creen que todo fue filmado
directamente.
Todo
esto significa que el escritor, guionista
de una película animada debe saber puntualmente de animación, pues debe imaginar y crear un argumento donde
verdaderamente sea aprovechado este medio tan peculiar (que de otro modo queda
desperdiciado y mejor convendría filmar “en vivo”). Disney fue alguien
particularmente dotado para la visualización de los recursos del medio, dado
que solamente dibujó al principio, porque se dedicó muy específicamente a ser
Director de Animación. Sus dibujos de la época inicial fueron los del primitivo
Mickey con patitas y bracitos ‘de alambre’, dibujos muy planos. Cuando su
visión fue más ambiciosa, mediante anuncios en el periódico contrató dibujantes
de las escuelas de arte para hacerlos animadores y les dio otra escuela en el
naciente nuevo arte. La condición era que fueran puros ‘machitos’, un Club de Tobi.[1]
Una
vez redactada la historia, en la que queda definida la duración de la película en
minutos exactos mediante un guión técnico,
dividida en secuencias y escenas, los dibujantes, especializados en el primer
planteamiento gráfico, y el director de la película se reúnen para trasladar a
papel de dibujo las escenas de la narración. Esto es lo que en el argot de la animación y el cine
en general se conoce con el nombre de storyboard:
una historieta bocetada de la película que consiste en un primer conjunto de esbozos,
bocetos o bosquejos. En sí, el storyboard
es un trazo preparatorio en dibujos rápidos, ya visualmente con forma de
historieta, pero en la proporción de los cuadros acorde con la filmación, ya
sea el formato tradicional de los cuadros de 35 milímetros o el panorámico de
70.
Pero
se tiene en cuenta, así mismo, la proporción de la pantalla de televisión
tradicional para que el espectador casero no se pierda de algún detalle crucial
por estar éste fuera de formato, como ocurrió en la película en cinemascope de Fellini Ayer, hoy, mañana (aunque no es una
animación, nos servirá de ejemplo). En
ella, cuando Sofía Loren hace un lucidorsísimo connato de strip tease para Marcelo Mastroiani, ambos en los respectivos
extremos del encuadre panorámico, no se ve a ninguno de los dos en la pantalla
de televisión y solamente se aprecia la cama interpuesta entre ambos, desde
donde Mastroiani observa a la prodigiosa Sofía.
Esto
ocurrió porque no hubo la previsión de lo que se vería en la “pantalla chica”,
de modo que se pierde íntegramente la escena, sólo disfrutable en pantalla
panorámica. Entonces, al hacer animación o cualquiera otra producción con ese
formato, y mientras existan las pantallas cuadradas de televisión, se debe
tomar en cuenta lo que hemos señalado para no dejar al espectador ayuno de
algún o algunos trozos visuales de la historia.
Prosiguiendo
con la animación: el primer formato
de visualización plantea detalladamente la narración del guión original ahora
ya con dibujos, generalmente bocetados con trazos muy veloces aunque
expresivos. La cinta, todavía en proyecto, queda establecida en distintas
secuencias, compuestas a su vez por escenas. Las secuencias son el equivalente
a capítulos de un libro, en las que van sucediéndose los episodios, que a la
vez pueden equipararse a los párrafos de cada capítulo, todo encaminado hacia
el desenlace de la historia. Una vez elaborado el story board comienza ya lo que es la producción en sí.
Lo
siguiente que se hace tras el guión y el story
board es la grabación de las voces, al tiempo en que se ha realizado o se
está elaborando la creación definitiva del diseño de los personajes, o
corrigiendo ese diseño si se ha trabajado ya de antemano en animación; las
voces son imprescindibles para sincronizar los labios de los personajes con el
sonido correspondiente. A mí me sorprendió muchísimo cuando vi un documental de
la realización de El viaje de Shihiro,
en el cual hicieron la grabación de las voces con la proyección de la película
como si fuera un doblaje desde un
idioma ajeno al japonés original de la cinta, cuando la película estaba terminada Exactamente al revés de como debe hacerse y
tal como se ha hecho en México siempre por limitaciones de dinero.
Cuando
la grabación de las voces y el diseño de personajes se han completado, llega el
siguiente paso, que consiste en hacer la planeación
definitiva de todo lo que va a ser la producción bajo la cámara. Es decir,
lo que el público va a ver realmente. Recordemos que estamos hablando de la
descripción del proceso de la animación dibujada, la que se hacía cuando no
había los recursos tecnológicos que se tienen actualmente, sino que todo se
procesaba y estaba planeado para la cinta de cine. La diferencia respecto de
cómo se hace en la actualidad, con las herramientas de los programas de
computadora, no es considerable (aunque depende de los recursos tecnológicos de
que se disponga) y básicamente el
procedimiento permanece igual.
En
los estudios modernos dotados con tecnología de vanguardia, se dibuja
directamente en la tableta de un programa de animación, someramente parecido al
Flash y otros programas que
reproducen todos los recursos de un estudio tradicional de animación y son
mucho más costosos, útiles para animar escaneando dibujos para procesarlos ahí,
recurso supuestamente automático muy usado por todos los aficionados que de
pronto devienen “animadores” por arte y magia de programas de computadora. Aunque
desconocen los principios básicos de la animación de personajes, que algunos,
“traduciendo” pésimo llaman “caracteres”, cuya acepción es distinta en español,
resultado de los falsos cognados que son las palabras de distintos idiomas con
la misma escritura pero significado diferente, error cada vez más común, como
llamar “librería” a la biblioteca.
Los
bocetados dibujos de trazo apresurado y “con garra” que suelen caracterizar al story board, junto con los modelos de
los personajes, son distribuidos al departamento que se llama layout,[2]
Aquí se realiza el proceso que consiste en el traslado de los bocetos originales,
al papel de la producción, generalmente con el grosor y consistencia del papel
bond blanco normal para dibujo. Ese “traslado” se lleva a cabo con
los diseños ya aprobados de los personajes y con el formato definitivo de la
filmación, ya sea el común en 35 milímetros o en pantalla panorámica de 70 mm, si
bien no al tamaño de los pequeñísimos cuadros de la cinta, sino desde luego con
la misma proporción pero en hojas de aproximadamente 30 centímetros de largo.
Quizá
en el caso de esta etapa del dibujo animado pueda traducirse el término layout por diseño gráfico definitivo o composición final, lo cual en español es
particularmente difícil convertir en sustantivo o a verbo. En sí, se trata del diseño concreto de lo que va a
verse en pantalla, a diferencia de los trazos rápidos y “despeinados” que puede
tener un primer story board.
En
esta parte del proceso, los personajes ya han sido diseñados en su forma
definitiva porque de otro modo no sería posible comenzar el film, lo cual
significa que los layoutistas[3]
deben contar con el story board, las hojas del modelo para cada personaje, así
como la grabación de las voces.
Con
el story board, el layoutista cuenta con la indicación
precisa del encuadre, planteamiento o composición de cada escena así como el
lugar donde se realizan las acciones. Con éstas también cuenta con las características
completas de los personajes, tales como: estatura, medida en unidades definidas
por la cabeza (desde ésta a los pies), complexión, rostro, posturas corporales,
así como diversas expresiones faciales que caracterizan a cada uno y la
proporción que guarda cada personaje en relación con los otros que componen
toda la película. Mientras que la grabación de las voces le ofrece la sugerencia de los sentimientos que debe
expresar el personaje, estado de ánimo, intención por el tono de voz y demás
características que el actor ha puesto en su interpretación ante el micrófono
al actuar siguiendo el guión (como si se tratara de una radio novela, puesto
que la película en esta etapa aún no existe).
De
modo que los actores con su voz, en mancuerna con los diseñadores que han
dibujado a los protagonistas de la película, son los primeros que establecen
las características definitivas de los personajes. Con alguna frecuencia, principalmente
en los estudios Disney, el personaje humanizado es una caricatura del actor que
hace la voz. Como ejemplo de ello
tenemos El Libro de la Selva, el tigre Shere Khan es una caricatura de
George Sanders (en la película original es su voz, no en la “remasterizada”
recientemente); o el caso de la bellísima y sensual Zsa Zsa Gabor que en Los Aristógatos, interpretó la voz de la
gatita, también en el filme original.
Aquí
cabría recordar las palabras, no textuales, de Andreas Deja, un animador de
Disney: “No es tan importante el
parecido físico entre el personaje y el actor que hizo la voz, como lo es
que el espectador sienta que realmente el personaje habla con las entonaciones
creadas por el actor al leer el guión.” Además se debe tener en cuenta que en
los diversos estudios de animación no se
tienen los recursos de la compañía Disney, la cual dejó establecido el orden de todo el proceso
para una producción idealmente realizada, con la cantidad ideal de dinero para
la realización del proyecto.
Es
decir, una vez que arranca una producción de esta naturaleza todos los que en ella
intervienen se involucran con el más apasionado entusiasmo, acorde con la participación correspondiente a cada uno.
Esto hace que todo el proceso sea
divertido y cuando se realiza una actividad con el gozo de por medio, el
resultado es mejor que lo que se hace como una simple obligación rutinaria.
Añadiendo el hecho de que las reglas que van estableciéndose sobre la marcha,
en cada estudio y cada película, son muy flexibles y la improvisación refresca
sanamente todo cuanto va ocurriendo. Si bien esa improvisación está sustentada
en un riguroso conocimiento de la técnica, no es una invención al azar al “me
late”, sin saber lo que se hace.
[1] La primera cinta Animada de largometraje no
fue la Blanca Nieves de Disney, de
alrededor de 1936, sino que más de 10 años antes Lotte Reiniger, una animadora
alemana se le adelantó con su cinta de 1923 The
adventures of Prince Achmed, extraído de los cuentos de Las mil y una noches, cuando ella tenía
24 años (como puede comprobarse en el
libro Experimental Animation
de Robert Russett y Cecile Starr). Pero la primera de todas fue la película, ya
extraviada, El apóstol, de Quirino
Cristiani, realizada en 1917 en Argentina.
[2] Los nombres técnicos utilizados en el cine
animado fueron establecidos en inglés, por lo que se usan generalmente en ese
idioma.
[3] Término no traducido sino sólo españolizado
con el que se nombra a los dibujantes de este periodo de la producción.
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