Por Tonyo GutzMe / Imágenes del archivo del autor
Ya con todos estos elementos en su punto de “cocción” debida, comienza el proceso de la actuación de personajes por una parte y la creación de los escenarios o fondos (backgrounds en inglés) efectuada por distintos dibujantes, por los animadores, pintores y fondistas. Los fondos son calcados sin variar un milímetro de los hechos por los layoutistas, añadiendo solamente el color adecuado para cada escena, de acuerdo con las previas indicaciones conjuntas entre éstos y el director de la película. Esto debe ser así porque los personajes actúan sobre un escenario que debe estar acorde con sus movimientos, milimétricamente, para que no ocurra que “floten” sobre un piso o estén “incrustados” indebidamente en donde hay una pared o cualquier otro objeto. Es un asunto de coordinación muy preciso entre los distintos dibujantes.
Es
en esta parte, inmediatamente después del layout,
donde la habilidad de los animadores se vuelca sobre el papel de dibujo y
comienza la interpretación actoral,
acorde siempre a las características de cada personaje. Una buena
interpretación de la voz por parte de los actores que hacen la primera
caracterización, es un material invaluable para establecer la forma de “ser” de
los “actores” dibujados. Siempre en correspondencia con el diseño de cada
personaje, que ha quedado establecido en cuanto a forma y complexión física,
dando definición visual a los personajes, como individuos bien diferenciados. Cuando
esto no ocurre y el animador es novato o mal dibujante, todos los muñecos se
mueven y reaccionan igual siendo el resultado una película “plana” y sin
interés donde los “muñequitos” se desplazan de un lugar a otro pero no están
vivos: son “monos tiesos” e impersonales.
Al
dar vida a los personajes en el papel, los animadores se convierten en actores,
pero solamente a través de sus dibujos. No creo que haya muchos animadores
capaces de pararse ante una cámara y actuar con la credibilidad con la que lo hacen sus dibujos, quienes representan de manera sorprendente el
papel dramático, épico o cómico que tiene la historia. Su actuación es a través del papel y lápiz, de
modo que debe ser netamente emocional pero mediante una impecable técnica de
dibujo. Al ver alguna película animada, ya sea en Disney, MGM o cualquiera de las
compañías que realizaron animación, podemos apreciar esta cualidad actoral que
es producto de muchos años de experiencia, así como de aprendizaje a partir
principalmente de la escuela establecida en los estudios Disney, que produjo
toda una invaluable generación de animadores que establecieron la Escuela de Animación Completa. De tal manera que cada uno de ellos destacó
en distintas especialidades: unos eran excelentes intérpretes de situaciones
dramáticas como la del demonio en “Una noche en la árida montaña” en Fantasía; otros se especializaron en
escenas cómicas y tenían gran “chispa” para animar a Donald o Tribilín; unos
más desarrollaron una vena particular para animar personajes femeninos según
distintos caracteres. Es decir, cada uno
de esos animadores era un actor con
diferentes acentos, propios para ciertos personajes. Así que las escenas eran
repartidas según los requerimientos de “actuaciones” específicas, donde cada
personaje debía llegar al máximo de su caracterización, para que la película
tuviera la mayor calidad alcanzable.
Esta
meta de calidad óptima para los dibujos animados quedó establecida en su
pináculo en la realización de La Bella
Durmiente. No es posible llegar más allá en cuanto a la maestría actoral y
dibujística. Incluso en producciones posteriores a la muerte de Disney (el más
extraordinario director de animación por su sentido narrativo) ha habido
películas en donde esa calidad no fue alcanzada, sólo lograda después del
trabajo de años de toda una generación de nuevos dibujantes que igualaran a los
primeros grandes animadores, que desde luego, fueron sus maestros. En La bella y la bestia hay todavía numerosas deficiencias de dibujo
que Disney no habría permitido.
Para
darse una idea de lo que es esto, hay que tomar en cuenta que, en vida de Walt,
un animador se hacía en diez años de estudio, aprendizaje y trabajo continuos,
siempre bajo la dirección tanto del propio Disney como de sus animadores
estrellas, conocidos ahora como los nine
old men. Dos de estos animadores,
Ollie Johnston y Frank Thomas, escribieron un pequeño breviario de 575 páginas
acerca de lo que es la esencia de la animación completa: The illusion of life. En
él, ejemplifican con dibujos en secuencia lo que son los principios básicos y
sutilezas de la animación verista. Es decir, que la animación parezca algo
real, verdadero, con personajes vivos que respiran, se mueven, piensan y hablan
por sí mismos y con personalidad perfectamente definida.
¿Por
qué en México nunca alcanzamos ese grado de perfeccionamiento en animación, a
pesar de que aquí realizamos muchísimas series televisivas en maquila para
algunos estudios de Estados Unidos, además de unas cuantas películas de las que
los actuales seudo animadores ni siquiera tienen noticia? Desde Súper Can, Los To-to-topos hasta las últimas producciones de Hanna-Barbera
realizadas aquí (Shmoo, The Galloping
Ghost, Gary Coleman, Space Ace and the Space Dogs, Jana de la Selva,
solamente en layout) a finales de los años 70. Pasando por las
producciones mexicanas Los Tres Reyes
Magos, El gran acontecimiento, El Príncipe feliz, El pequeño ladronzuelo, todas de
Fernando Ruiz y Los derechos de los
niños, en donde él participó con
un capítulo; Los Supersabios, con
argumento basado en las historietas de Germán Butze. Producciones realizadas
dentro de la década de los 70 y a
principios de los 90.
Aunque
cabe aclarar que en nuestro país se ha hecho animación desde los primeros años
de las películas animadas en la época de Walt Disney, Max Fleisher y demás realizadores,
allá por los años 30. Es de llamar la atención, preocupante en sí, que a pesar
de estas producciones, los muy jóvenes que están haciendo en México películas
animadas actualmente, no han tenido noticia, ni contacto alguno, bueno, ni
siquiera han manifestado una elemental curiosidad respecto de todo ese pasado
azaroso de la animación mexicana. Y con el añadido de un total desconocimiento
de los principios de la animación, tanto la dibujada como la de su aplicación,
indispensable en el sistema llamado 3D. Y aun llegan al extremo de afirmar que
la animación está surgiendo apenas ahora… con ellos, por supuesto. Ignorancia, ceguera y petulancia imperdonables
en un profesional.
Los
factores que han impedido alcanzar el nivel de la animación que actualmente
tienen Estados Unidos, Europa y Japón han sido varios. Podemos comenzar por uno
elemental e insustituible: nunca han abundado aquí dibujantes completos, con academia
clásica de dibujo que les permita realizar personajes desde una Cenicienta, una
Maléfica, un Strómboli (en Pinocho)
hasta un Pato Donald, un Pluto o un Aracuán (el pájaro incluido en Los tres caballeros). No hay dibujantes
en México que puedan transitar del dibujo más realista hasta la mayor
caricaturización con igual versatilidad y, sobre todo, credibilidad de
movimientos expresivos acordes con la naturaleza del personaje, así como los
conocimientos de perspectiva inherentes al dibujo llamado académico.
Esta
ha sido una primera limitación insuperable. La segunda, es de orden práctico y
económico: no ha habido un solo estudio de animación mexicana que haya tenido
la continuidad en la práctica para ir desarrollando así los principios de la
animación junto con el estudio del dibujo, ambos factores que deben ir
indisolublemente unidos. Ni los directores mexicanos de la maquila de series
televisivas tenían esos conocimientos de dibujo riguroso, ni les interesó jamás
siquiera inculcarlos en los dibujantes, impulsándolos a asistir a cursos de
dibujo académico.
De
tal manera que en las series había pausas de unos meses entre una y la
siguiente, mientras llegaba el inicio de la nueva para reanudar el trabajo de
maquila. Ese tiempo era muy bueno para que el grueso de los dibujantes tomara
cursos de dibujo completo, ya que de animación prácticamente no existen por
falta de condiciones propicias, tanto técnicas como de trabajo continuo. Pero
no había posibilidad ni de una cosa ni de otra, porque en los períodos de
pausa, había que vender tamales, o algo por el estilo, para subsistir. La
limitación causada por el aspecto económico es un factor que da al traste con
cualquier proyecto de esta naturaleza; esos dos factores han impedido la continuidad
de la práctica. El dibujo completo, académico, consiste en el dibujo anatómico
con modelo y conocimiento de la estructura ósea y muscular, su aplicación en el
trazo del dibujo, tanto anatomía humana como animal, estudio de luz y sombra
(claroscuro) y manejo de la perspectiva en objetos y su equivalente en la
anatomía, que se denomina escorzo.
La
producción disneyana de Tarzán se hizo
parte en Francia y parte en Estados Unidos y el empate de estilo es tan preciso
que no se nota ningún “salto” en la película. Otras producciones las han hecho
“al alimón” con Inglaterra. En México, no podremos tener un contrato así por la
carencia de animadores experimentados a ese nivel.[1]
Un
tercer aspecto esencial es el timing,
palabra a la que no logro encontrar un equivalente en español. Es un concepto
esencial para lograr el verismo en el movimiento expresivo de los personajes,
con su tiempo, pausas, ritmo, énfasis y estado de ánimo indispensables para
cada expresión, acorde con el momento escenificado. Si se ha puesto atención en
las actuaciones de Stan Laurel, el flaco de la célebre pareja que en México
conocemos como El Gordo y El Flaco, se
puede tener una idea muy precisa de lo que es el timing. Si bien todos los grandes actores lo utilizan, sólo que es
más gráfico e ilustrativo viendo a ‘Stanley’.
Aunque no es un ejemplo de dibujo animado, su gestualidad en la actuación es
clave para lo que debe tomarse en cuenta en la animación. Por ejemplo, él ve una situación que le puede resultar muy
embarazosa, pero de momento le pasa desapercibida y pasea la mirada suave y
natural en lo que está haciendo, completamente despreocupado, pero de pronto se
da cuenta de lo que ocurre y, tras erguir la cabeza voltea azorado a revisar lo
que ocurre, entrando en pánico generalmente, chillando y gesticulando sin
control. Cuando esto no se toma en cuenta, las reacciones no tienen el acento
debido dejando la escena completamente plana y sin interés visual ni expresivo.
Otro
ejemplo (con el fin de que se entienda el difícil concepto de timing), tampoco de animación, es la
actuación de Anthony Queen en ese caso de intenso dramatismo, en la película Jesús de Nazaret, de Zefirelli. Aquí, cuando
se interpreta a Caifás en el momento en que le presentan a Jesús para ser
sentenciado, el sacerdote (Anthony Queen) escucha las acusaciones casi sin
moverse, pero reflexionando en silencio alerta. Durante todo el tiempo en
que se desarrollan los diálogos y acusaciones,
mirando ya a un acusador, ya a otro, o a Jesús, y haciendo algunos
cuestionamientos cautelosos y siempre con el rostro en profunda tensión mientras
transcurren varios minutos, hacia el
final va montando en cólera y acaba por erguirse para, con énfasis condenatorio,
desgarrar sus vestiduras y dictar la
sentencia, con un gesto conciso, definitivo y muy bíblico que culmina la
tensión transcurrida.
De
tal forma que el timing básicamente
se trata de la puesta en escena de las expresiones tanto faciales como
corporales, en un solo conjunto que dan por resultado la comunicación dinámica
de lo que está representándose. Cuando el actor no sabe hacer esto, únicamente
está leyendo de memoria un diálogo que le fue dado, pero no comunica al
espectador una situación real, dejando de lado toda verosimilitud posible. En
el ejemplo de Anthony Queen, no está sentado parpadeando y con cara de bobo
fuera de escena, como observé desde niño en un muy festejado “actor” que me
caía gordo por su evidente incapacidad para actuar. Éste se limitaba a recitar
diálogos, lo que me dio pie para comprobar a la distancia y con certeza de que
existe una carencia del timing, que
sólo lo da la gran capacidad actoral, cuando se está realmente identificado con
el personaje.
El
timing se refiere también a
permanecer todo el tiempo inmerso en la acción, ‘jugando sin balón’ y sin
quedarse como si la acción no le incumbiera. Ello a pesar de que sólo sea momentáneo testigo, sin participación
dinámica mientras le llega el turno de continuar la escena. Puesto que está
referido a la expresión más adecuada de las emociones que debe recibir el
espectador, pero a través de los dibujos en el caso de la animación, con
énfasis, claridad e intensidad, lo cual conlleva ritmo, cambios sutiles en la
posición del cuerpo y miradas en acciones normales: giros, encogidos y
estiramientos en las acciones frenéticas. Todo hecho a distinta velocidad para
conseguir el acento debido, de modo que en la animación, aunque inspirándose
por entero en la vida real, paradójicamente nunca los movimientos deben ser
literalmente como lo hace un actor real, lo que trataré de aclarar con los
siguiente ejemplos.
Si
vemos las películas soviéticas de hadas, que eran hechas con la técnica llamada
de rotoscopio (que consistente en calcar cuadro a cuadro a
los actores filmados para tal fin), el movimiento no puede ser más apegado a la
escurridiza realidad. Sin embargo, carece de credibilidad, pues paradójicamente
resultan movimientos rígidos, personajes tiesos. En Disney, por su parte, se
utilizaba y utiliza también la técnica del rotoscopio,
pero sin calcar literalmente a los actores que representaban las escenas. En el
estudio se tomaban los cuadros más característicos del movimiento actoral para
el personaje y los adaptaban al diseño de éste (así fuera para Blanca Nieves, el
Capitán Garfio o un hada de la Bella Durmiente). Se modificaba la complexión
del actor, adecuándola al diseño del personaje, y exagerando un tanto las tensiones naturales
de brazos, piernas, torso, rostro, etcétera. Se hacía lo propio con el resto de
los dibujos necesarios para la representación del movimiento, que tampoco eran calcados de la película filmada,
sino que estaban dirigidos a completar la secuencia de los dibujos considerados
clave. Aquí en México son llamados ‘extremos’, ya que se va de un dibujo al
otro gradualmente hasta completar los espacios que han quedado entre cada
‘extremo’. Esa es la técnica de rotoscopio en Disney, sin calcar los cuadros
actuados ‘en vivo’.
El
animador, para una acción que va a durar
un segundo en pantalla, tiene 24 cuadros de película; para esto, hace un dibujo
de la posición que marca el comienzo, otro para el final de la acción, y otros
dos o tres intermedios entre ambos extremos. Luego el asistente hace los demás
dibujos faltantes entre los “huecos” sin dibujar aún, entre cada “extremo” o
dibujo clave – (key drawing en
inglés) de los hechos por el animador. Digamos grosso modo, que el animador hace 5 dibujos para cada segundo en
pantalla y el asistente se encarga de completar la serie para cada segundo de
filmación. Y para que no se piense que la película la hacen los asistentes, en
animación salvo en ciertos casos muy especiales, solamente se hacen 12 dibujos
para cada segundo, pero se fotografían dos veces para tener los 24 de la
velocidad de proyección. No fue el caso en ¿Quién
engañó a Roger Rabbit?, pues por
razones de las características de esa película se trabajó a 24 cuadros
efectivos para cada segundo[2].
Más del doble de trabajo porque los dibujos tenían que “casar” con los actores
y con los movimientos de la cámara siempre siguiendo a los actores. En
animación tradicional, la cámara está fija y los que se desplazan son los
dibujos casi exclusivamente, no la cámara.
De
cualquier modo son miles y miles de dibujos para un largometraje, si se
multiplica 12 por unos 80 minutos en promedio (una hora con veinte
minutos) y teniendo en cuenta que esos 12
dibujos son para cada personaje, dependiendo de cuánto tiempo aparece cada uno
en la película. ¡Hagan sus cuentas, señores! …y crucen apuestas porque muy
difícilmente van a atinar.
Y
es que para una producción en Disney, Thomas y Johnston plantean que se
realizaba un total de 2 millones y cuarto de dibujos, desde el comienzo en
veloces bocetos, hasta el último momento de producción en las mesas de dibujo.
En esta cifra se incluían los miles de bocetos que terminaban en el cesto de
papeles y caricaturas entre compañeros comentando sucesos cotidianos en cualquier
estudio de esta naturaleza. Todo en un lapso de unos tres años en promedio con
dibujantes íntegramente profesionales ya duchos en el oficio, haciendo en gran
promedio cada animador unos diez a quince segundos por semana, por lo que se
necesita muchísimos animadores.[3]
Teniendo
en cuenta sólo lo anteriormente expuesto, la falta de calidad para competir
realmente con cualquier producción animada de los países más representativos de
la excelencia en animación completa, básicamente se traduce en tres factores: desconocimiento
de la técnica completa del dibujo académico, incluida la perspectiva; falta de
empleo continuo para poder dedicarse profesionalmente a la especialidad, con un
sueldo indispensable, por bajo que éste sea; y desconocimiento de las reglas
elementales de la técnica, para animar con credibilidad verista todas las
situaciones que van a “actuar” los personajes.
Refiriéndonos a la técnica del dibujo en
sí, en la animación hecha en México, faltan las condiciones que permitan
eliminar el primer y tercer factor
señalados anteriormente. Nuestros “muñecos” se desplazan, pero no actúan
como personajes vivos, de modo que nunca dejan de ser “monitos” para
convertirse en personajes. Son muñecos sin ánima, sin movimiento, salvo en muy
escasos momentos intervenidos por un animador que cumple los dos requisitos
básicos, que no son los únicos, pero sí son elementos clave sin los cuales
irremediablemente estaremos siempre a la zaga.
El
verismo en animación completa, diferente a la de las series de televisión que
es mucho más simple, consiste en que los personajes den la ilusión de que son
seres verdaderos, creíbles. De tal manera que
no actúa igual el gato Tom que
un personaje anatómicamente realista y delicado como Aurora en La bella durmiente. No pueden ser
animados del mismo modo y, según el grado de caricaturización, deben ser “atacados”
con una dinámica radicalmente distinta.
No
basta el sobado encomio mexicano de “¡Échale ganas!” porque no es cuestión de
ganas, sino de conocimiento cabal, que
al final de cuentas es el resultado de mucha experiencia y rigor. Siempre y cuando las condiciones elementales
de trabajo continuo puedan sustentarse en una actividad particularmente difícil
en nuestro país, por desconocida, y que requiere de una inversión muy cuantiosa
para formar un equipo de trabajo permanente.
[1] Nota para los que no son taurófilos: dos
toreros que hacen lances al mismo tiempo a un toro con un solo capote torean
“al alimón”.
[2] El máximo maestro en animación de personajes
cómicos fue Tex Avery que hizo las más extremadas exageraciones para cada
reacción que realizaban sus personajes más caricaturizados saltándosele los
ojos totalmente alejados de las órbitas ante una sorpresa o transparentándose
el esqueleto con una descarga eléctrica y cosas por el estilo, creando así una
forma de animación para los personajes caricaturizados que no puede ser
superada. Y es una escuela esencial que debe aprenderse, para aplicar la
técnica adecuada a cada situación y característica de la película y de los
personajes. En Roger Rabbit se
emplearon todas las diferentes formas de animación completa posibles, con una
impecable técnica, por eso es una producción difícilmente igualable, que costó
mucho tiempo realizar. Una obra maestra.
[3] Diez pies de película semanal aproximadamente,
siendo cada pie de 30.48 cm. con 16
cuadros de película por cada pie.
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ResponderEliminarLa experiencia es evidente, tan sólo con el magnífico escrito y su estupenda narración, uno se da cuenta de la calidad de persona que comparte su experiencia en el medio. Aunque lamentablemente, como lo menciona sobre nosotros las nuevas generaciones, no he visto todas las aportaciones mexicanas a la animación puedo mencionar, sin justificarme y retomando algo que se llegó a mencionar también en el texto, que el bombardeo actual de “la nueva animación” ha opacado y aumentado la ignorancia de lo hecho en la nación el siglo pasado. No todo es el Chavo animado, o los Huevocartoon aunque no se quieran dar cuenta (a pesar de todo, los segundos con su no muy afortunado concepto van mejorando en varios aspectos).
ResponderEliminarQuedo sumamente complacido con tan maravilloso artículo que de una forma tan clara ejemplifica el proceso de la Animación real, muestra claramente las deficiencias del actual proceso mexicano y observa las actitudes de los modernos animadores [abundantes en la web, entre los que me cuento por desgracia aunque no me mezclo ni comparo –a pesar de sonar arrogante--] quienes, a pesar de todo, cuestionan la labor de aquellos que empezamos sin tratar de mejorar la situación general del país [Faltaría mencionar pues, el egoísmo entre los actuales “animadores” –entre comillas, porque mi concepto ha cambiado desde que leí el presente texto--].
En fin, muchísimas gracias por terminar de abrirme los ojos a la situación actual.
P.D.: Una excelente crítica, sutil pero muy buena, al actual y casi autoproclamado “monopolio” de la animación en México: “Son muñecos sin ánima…”
...despues de leer la entrevista completa termine detestando al señor Tonyo GutzMe, bueno, muchas gracias a los Animados por seguir en su labor de difundir la animacion mexicana, ojala que tengan entradas un poco mas seguido, saludos.
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