¿Alguien todavía recordará cómo se preparaban las palomitas de maíz antes del horno de microondas? En esos tiempos, uno compraba el maíz palomero por kilo o en bolsitas y en casa calentaba un poco de aceite en una olla de peltre, vaciaba el maíz con una pizca de sal, tapaba la olla y, después de unos cuantos minutos, las palomitas hechas saltaban dentro de la olla mientras un olor inigualable inundaba la cocina. Ahora, basta con comprar la bolsa doblada en la tienda, meterla en el microondas y, en menos de 3 minutos, saborear las palomitas. Como sea que las preparen, les recomendamos disfrutarlas mientras gozan de estas dos películas animadas japonesas que nosotros rescatamos del mueble de las películas durante el reciente fin de semana:
1. Goshu, el violoncelista (Sero hiki no Goshu). Realizada en 1982 (lo cual es evidente en el estilo de dibujo, animación y escenarios, muy parecidos en ocasiones a los utilizados en series de animé de esos años), esta película de sólo 63 minutos de duración y dirigida por Isao Yakahata (el mismo de “La tumba de las luciérnagas”, que ya comentamos en otra ocasión), cuenta la historia de Goshu, un intérprete de violoncelo que parece pasar por una crisis creativa y artística, pues simple y sencillamente no puede extraer de su instrumento las notas precisas no sólo para darle gusto a su exigente director de orquesta sino, sobre todo, para gozar la música como debe hacerlo cualquiera que se dedique a ella. Para su suerte (aunque él no lo entiende así al principio), cuatro animalitos que lo visitan por las noches le ayudarán a recuperar la pasión musical perdida: un gato, un pájaro cucú, un mapache y un ratón con todo y su mamá. La cinta está basada en una novela de Kenji Miyazawa, la cual ya había sido llevada al cine dos veces durante los años 40 y 50, pero en acción real. En la adaptación animada de Yakahata (puesto que además él hizo el guión), se muestra una historia muy bien contada, que conecta de inmediato con el espectador gracias a sus personajes muy bien construidos, a las emociones que va provocando y a la calidad de la animación, que sin ser de lo mejor de las producciones japonesas, es excelente. Las voces originales en japonés están muy bien actuadas, y las del mapache y el gato son cómicas y tiernas a la vez. Es de resaltar la alta calidad de la sincronización entre el audio y la imagen: la escena del mapache llevando el ritmo de la música producida por Goshu es, simplemente, perfecta. No se la pierdan, quizá hasta les despierte el interés por escuchar la maravillosa música de violoncelo.
2. Haru en el reino de los gatos (Neko no ongaeshi). ¿Qué más podría surgir del estudio Ghibli, comandado por el gran Hayao Miyazaki (que aquí funge como productor ejecutivo), sino una historia llena de fantasía mezclada con realidad en la que una chica es la protagonista y donde hay un mensaje al final? “Haru en el reino de los gatos”, estrenada en 2002, que tiene antecedentes diversos (un cortometraje realizado para un parque de diversiones, un manga y demás) y es dirigida por Hiroyuki Morita, cuenta la divertidísima historia de la Haru del título que salva a un gato de morir atropellado, lo que ocasiona su visita nada agradable al reino de los felinos y su contacto con personajes tan diversos como atractivos: el Barón, el bonachón Muta, el cuervo Toto y el rey de los gatos. A lo largo de una hora y cuarto, Morita nos lleva de la mano por una historia original, bien animada y con bastantes dosis de diversión. Resaltan varios elementos comunes en las cintas del estudio: el protagonismo de una niña (en este caso adolescente) que carece casi siempre de uno de sus progenitores; la relación ser humano-naturaleza; la presencia de animales fantásticos con características humanas, en este caso gatos (los guaruras vestidos de negro son personajes, simplemente, fabulosos); un mensaje de cambio y superación al final; una historia completa y bien narrada de principio a fin. Búsquenla y no se la pierdan, la disfrutarán, sobre todo si les gustan los gatos.
Por el momento es todo, pero queremos saber qué piensan, así que… ¡anímense a opinar!
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