Por María Celeste Vargas Martínez
La palabra escrita ha sido por años la fuente de inspiración del cine. Grandes obras literarias se han plasmado en la pantalla grande, mostrando al público en general (letrado o no) personajes nacidos de la imaginación de un escritor. El público ha vivido, por medio del cine, las historias que otros plasmaron con tinta y papel. El lenguaje literario se adaptó al cinematográfico. La lluvia que el escritor imaginaba en un capítulo, el cielo iluminado por la Luna, los ojos consternados de la bella damisela, el cuerpo caído de un hombre y la tierra empapada de un persistente color rojo, se pudieron ver brillantes, intensos y casi palpables en la pantalla. Frente a los ojos del espectador nacían representaciones, seguramente diferentes a las imaginadas por el autor, que le hacían vivir las historias.
La literatura y el cine durante mucho tiempo han caminado de la mano.
De ahí, que a partir de hoy hablaremos, de forma somera, de esa estrecha relación entre estas dos maneras de originar arte. Pero no nos enfocaremos en el cine en general, sólo lo haremos de una forma muy particular de hacer arte para grandes públicos: la animación.
* *
“Las Aventuras de Tom Sawyer” fue una realización de Nippon Animation y se produjo allá por 1980, aunque llegó a México algunos años después. El país del Sol Naciente la transmitió por World Masterpiece Theater, la cual se fundó en 1975 y desde su aparición se caracterizó por adaptar obras literarias al mundo animado. Si no fuera por ellos, nunca hubieran llegado hasta nosotros “Heidi”, “Marco”, “La Princesita”, “Las Aventuras de Peter Pan”, “Los Miserables”... entre otras muchas que vinieron a dar un gran auge al animé en nuestro país y que hicieron que la animación japonesa fuera lo que es hoy: una gran industria. La serie fue dirigida por Hiroshi Sayito y destacaron las canciones de apertura y cierre: “Dare yori mo Tookue” y “Boku no Mississipi”, ambas de Maron Kusaka.
Los verdaderos melodramas japoneses dejaron de lado las animaciones basadas en leyendas, dinastías y antiguas tradiciones que caracterizaron a las creaciones niponas desde sus inicios. “El niño hormiga" (1941, Mitsuse Seo), “Momotaro y las águilas” (1943, Mitsuse Seu), “La Serpiente Mágica” (1958, Taiji Yabushita) entre otras muchas, quedaron en el pasado. Se comenzó a animar las historias que marcarían para siempre la animación japonesa: “Astroboy” (1963, Osamu Tezuka), “Kimba, el león Blanco” (1961, Tezuka), “Meteoro” (1967, estudio Tatsunoko), “El hombre Par”, “La Princesa Caballero”, “Mazinger Z”... entre otras muchas. Así, la animación japonesa cambió: adquirió un estilo, en dibujos e historias, y comenzó a difundirse más allá de sus fronteras.
El que “Tom Sawyer” llegara a la pantalla chica hizo que muchos niños, entre ellos me incluyo, descubriéramos que en la televisión se podían ver niños similares a nosotros (inquietos, a quienes no les gustaba estudiar y disfrutaban jugar). Tom abría mundos comunes: iba a la escuela más a la fuerza, tenía problemas con sus compañeros, no obedecía a su tía, peleaba con su hermano, mentía y siempre estaba en problemas. Tom era un niño diferente y los niños de la época nos identificamos con él. Por si fuera poco, en la serie podíamos ver a Huck, el amigo inseparable de Tom, orinando tranquilamente desde lo alto de su casa del árbol, los celos de Becky cuando Tom se acercaba a otras niñas, la glotonería de Ben, el estudioso de Sid, la abnegación de la tía Polly y los múltiples borrachines que deambulaban por la calle, entre ellos Muff Potter. Ese mundo era más parecido al nuestro.
Los 49 episodios de la serie fueron una buena adaptación del libro homónimo del escritor estadounidense Mark Twain (cuyo verdadero nombre era Samuel Langhorne Clemens). Sí, Twain nos regaló un excelente relato de un niño como cualquier otro: travieso, mañoso, busca pleitos, aventurero, amigo de un vagabundo casi huérfano y que al igual que los niños de la época odiaba el lunes por ser el primer día de clases. La historia del niño travieso que fingió su muerte y la de sus amigos, que asistió a su propio funeral y que con temor enfrentó a Joe el Indio, fue llevada a la pantalla de televisión con rotundo éxito.
El autor de la novela original nació en Florida, Missouri, el 30 de noviembre de 1835 y unos años después su padre murió de neumonía, por lo que el pequeño comenzó a ganarse la vida. El reconocimiento le llegó hasta que escribió “La célebre rana saltarina del distrito de Calaveras” en 1867. Y fue en 1876 cuando su mano dio rienda suelta a la que es quizá su obra más conocida: “Las Aventuras de Tom Sawyer”. Mark Twain, escritor indispensable para todos, también inspiró a otros animadores como Will Vinton, quien realizó un largometraje en plastilina sobre la vida y obra del autor.
“The Adventures Of Mark Twain” es una interesante cinta que narra el deseo del escritor por alcanzar el cometa Halley y morir con él. Porque, por si no lo sabían, Twain nació con la llegada del cometa, por lo que decía que su vida estaba ligada a él, así que cuando el cometa regresara dejaría de escribir. El cometa volvió a la Tierra en 1910, Twain dejó de escribir y, meses después, murió. La cinta involucra al propio Twain y los personajes más representativos de su obra (entre ellos Tom, Becky, Huck y la rana), siendo interesante la forma en que Vinton involucra al escritor con sus creaciones. Además, la animación es excelente, llena de creatividad y belleza.
La pluma fluida de Mark Twain ha inspirado a creativos del cine para darle vida a la palabra escrita. Pero, sin lugar a duda, la serie animada sobre Tom Sawyer fue la que hizo que algunos nos interesáramos por la obra de Twain (espero que así haya sido), que leyéramos por horas las aventuras del niño risueño y que comenzáramos a ver en la literatura una manera de vivir otras vidas.
A veces, uno reniega por las adaptaciones basadas en obras literarias. Vemos las producciones en la pantalla chica o en el cine y nos damos cuenta que la mayoría de las ocasiones esas películas no se parecen a lo que imaginamos. Sin embargo, me alegro que Tom Sawyer llegara a mí siendo niña y por medio de la televisión, porque sólo siendo adolescente pude disfrutar con una tremenda maldad y aferrados recuerdos la obra de Twain.
El recurrir a la literatura para crear una película es complicado: pasar de un medio letrado a uno visual puede resultar difícil. Pero la serie animada de Tom Sawyer es y seguirá siendo por mucho tiempo una buena adaptación de la obra original… ¡Anímense a leer y a opinar!
La literatura y el cine durante mucho tiempo han caminado de la mano.
De ahí, que a partir de hoy hablaremos, de forma somera, de esa estrecha relación entre estas dos maneras de originar arte. Pero no nos enfocaremos en el cine en general, sólo lo haremos de una forma muy particular de hacer arte para grandes públicos: la animación.
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“Las Aventuras de Tom Sawyer” fue una realización de Nippon Animation y se produjo allá por 1980, aunque llegó a México algunos años después. El país del Sol Naciente la transmitió por World Masterpiece Theater, la cual se fundó en 1975 y desde su aparición se caracterizó por adaptar obras literarias al mundo animado. Si no fuera por ellos, nunca hubieran llegado hasta nosotros “Heidi”, “Marco”, “La Princesita”, “Las Aventuras de Peter Pan”, “Los Miserables”... entre otras muchas que vinieron a dar un gran auge al animé en nuestro país y que hicieron que la animación japonesa fuera lo que es hoy: una gran industria. La serie fue dirigida por Hiroshi Sayito y destacaron las canciones de apertura y cierre: “Dare yori mo Tookue” y “Boku no Mississipi”, ambas de Maron Kusaka.
Los verdaderos melodramas japoneses dejaron de lado las animaciones basadas en leyendas, dinastías y antiguas tradiciones que caracterizaron a las creaciones niponas desde sus inicios. “El niño hormiga" (1941, Mitsuse Seo), “Momotaro y las águilas” (1943, Mitsuse Seu), “La Serpiente Mágica” (1958, Taiji Yabushita) entre otras muchas, quedaron en el pasado. Se comenzó a animar las historias que marcarían para siempre la animación japonesa: “Astroboy” (1963, Osamu Tezuka), “Kimba, el león Blanco” (1961, Tezuka), “Meteoro” (1967, estudio Tatsunoko), “El hombre Par”, “La Princesa Caballero”, “Mazinger Z”... entre otras muchas. Así, la animación japonesa cambió: adquirió un estilo, en dibujos e historias, y comenzó a difundirse más allá de sus fronteras.
El que “Tom Sawyer” llegara a la pantalla chica hizo que muchos niños, entre ellos me incluyo, descubriéramos que en la televisión se podían ver niños similares a nosotros (inquietos, a quienes no les gustaba estudiar y disfrutaban jugar). Tom abría mundos comunes: iba a la escuela más a la fuerza, tenía problemas con sus compañeros, no obedecía a su tía, peleaba con su hermano, mentía y siempre estaba en problemas. Tom era un niño diferente y los niños de la época nos identificamos con él. Por si fuera poco, en la serie podíamos ver a Huck, el amigo inseparable de Tom, orinando tranquilamente desde lo alto de su casa del árbol, los celos de Becky cuando Tom se acercaba a otras niñas, la glotonería de Ben, el estudioso de Sid, la abnegación de la tía Polly y los múltiples borrachines que deambulaban por la calle, entre ellos Muff Potter. Ese mundo era más parecido al nuestro.
Los 49 episodios de la serie fueron una buena adaptación del libro homónimo del escritor estadounidense Mark Twain (cuyo verdadero nombre era Samuel Langhorne Clemens). Sí, Twain nos regaló un excelente relato de un niño como cualquier otro: travieso, mañoso, busca pleitos, aventurero, amigo de un vagabundo casi huérfano y que al igual que los niños de la época odiaba el lunes por ser el primer día de clases. La historia del niño travieso que fingió su muerte y la de sus amigos, que asistió a su propio funeral y que con temor enfrentó a Joe el Indio, fue llevada a la pantalla de televisión con rotundo éxito.
El autor de la novela original nació en Florida, Missouri, el 30 de noviembre de 1835 y unos años después su padre murió de neumonía, por lo que el pequeño comenzó a ganarse la vida. El reconocimiento le llegó hasta que escribió “La célebre rana saltarina del distrito de Calaveras” en 1867. Y fue en 1876 cuando su mano dio rienda suelta a la que es quizá su obra más conocida: “Las Aventuras de Tom Sawyer”. Mark Twain, escritor indispensable para todos, también inspiró a otros animadores como Will Vinton, quien realizó un largometraje en plastilina sobre la vida y obra del autor.
“The Adventures Of Mark Twain” es una interesante cinta que narra el deseo del escritor por alcanzar el cometa Halley y morir con él. Porque, por si no lo sabían, Twain nació con la llegada del cometa, por lo que decía que su vida estaba ligada a él, así que cuando el cometa regresara dejaría de escribir. El cometa volvió a la Tierra en 1910, Twain dejó de escribir y, meses después, murió. La cinta involucra al propio Twain y los personajes más representativos de su obra (entre ellos Tom, Becky, Huck y la rana), siendo interesante la forma en que Vinton involucra al escritor con sus creaciones. Además, la animación es excelente, llena de creatividad y belleza.
La pluma fluida de Mark Twain ha inspirado a creativos del cine para darle vida a la palabra escrita. Pero, sin lugar a duda, la serie animada sobre Tom Sawyer fue la que hizo que algunos nos interesáramos por la obra de Twain (espero que así haya sido), que leyéramos por horas las aventuras del niño risueño y que comenzáramos a ver en la literatura una manera de vivir otras vidas.
A veces, uno reniega por las adaptaciones basadas en obras literarias. Vemos las producciones en la pantalla chica o en el cine y nos damos cuenta que la mayoría de las ocasiones esas películas no se parecen a lo que imaginamos. Sin embargo, me alegro que Tom Sawyer llegara a mí siendo niña y por medio de la televisión, porque sólo siendo adolescente pude disfrutar con una tremenda maldad y aferrados recuerdos la obra de Twain.
El recurrir a la literatura para crear una película es complicado: pasar de un medio letrado a uno visual puede resultar difícil. Pero la serie animada de Tom Sawyer es y seguirá siendo por mucho tiempo una buena adaptación de la obra original… ¡Anímense a leer y a opinar!
Saludos
ResponderEliminarParte 1
He tenido la oportunidad de ver hace poco algunas animaciones japonesas viejitas (meteoro y la princesa caballero) y me sorprendió lo super-limitada que es la animación (movimiento), y mas sorprendente es que se llegaron a transmitir en muchos países con grandes resultados. Y si las comparamos con “los tres reyes magos” se puede decir que la animación mexicana estaba más avanzada.
Ahora vienen las preguntas: ¿Cómo es posible que México, que empezó con el pie derecho en la animación, terminara por quedar estancada? ¿Qué paso después de “el pequeño ladronzuelo” que ya no se hicieron mas películas de forma continua? Y si después de “el pequeño ladronzuelo“, México hubiese continuado produciendo animación, ¿ahora estaría en la mira de los distribuidores de otras partes del mundo?¿Por que todos dicen que Mansión Foster es un ejemplo a seguir, que no ven que es un pedazo de mier…? Creo que estas preguntas llegaron algo tarde, así que solo queda observar el panorama de la animación y seguir analizando la situación (si, más todavía).
Parte Dos
Bueno, yo también quiero ser parte del apoyo a la animación mexicana así que ahí va.
Una vez husmeando en blogs de cine, que por cierto estaban en ingles, leí un comentario de una persona (cuyo nickname no recuerdo) decía algo asi “La razón por la que las películas de Miyazaki y Pixar destacan, es porque son películas arriesgadas que rompen esquemas”, no puedo hacer otra cosa que darle toda la razón, volvamos al principio, meteoro ;la primer caricatura que trata del genero del deporte, la princesa caballero; serie con una adorable protagonista de sexualidad distraída , son trabajos que rompieron esquemas, pero no lo hicieron de forma estúpida (como Up) sino de una forma planeada y elegante (como los Increíbles), otro ejemplo son las películas de Asterix y Obelix que mesclan política con humor de pastelazo (si no las has visto y estas en este blog de animación date un tiro en la cabeza), las películas de Ralph Bakshi y Rene Laloux, los Simpson, todas las caricaturas que uno veía tenían algo único que nos hacían volver por mas, uno las veía y decía “esto es especial”, no pongo nada de Disney o Miyasaki por que fácilmente puedes encontrar paginas completas de fanáticos que elogian sus trabajos y que escriben mejor y con mas pasión que yo.
Volvemos a la desgracia, las películas animadas de México son proyectos precoces, llenos de clichés, llenos de pan con lo mismo y llenos de personajes sin chiste. Es obvio que este comentario va dirigido a las futuras generaciones que planean involucrarse en la animación, los actuales estudios están en el hoyo, y que a nadie se le ocurra darles la mano porque te agarran el pie.
Parte Tres
Con respecto a la actual generación de películas animadas,…, creo, no esperen, estoy seguro de que la mejor forma de apoyar la animación mexicana es fingiendo que “el gran milagro” nunca existió.
Hola Alfredo:
ResponderEliminarParte I
La animación mexicana se estancó debido, sé que muchos van a pegar el grito al cielo y a lanzar rechiflas, por la mentalidad de la gente (no todos claro está). De hecho, nuestro artículo que se publicó el año pasado en una revista francesa, habla precisamente de la forma en que México, siendo maquilador de Estados Unidos, no logró fincar una industria. México pudo crear una verdadera industria en los 70, pero no sólo faltó el apoyo, más bien faltó la visión. Las preguntas no llegan tarde, las respuestas son las que no están llegando o muchos no quieren que lleguen. La realidad de la animación nacional no está siendo asimilada como debería ser y la historia se repite.
Parte II
Muchas películas han roto esquemas (por la técnica, por la historia, por lo que sea), de ahí que permanezcan en la memoria. La animación mexicana de los últimos tiempos no ha mostrado nada nuevo que nos haga añorarla. ¿La técnica es insípida? Lo cierto es que las historias son malas.
También es verdad que muchos estudios se quejan de lo que está aconteciendo en el mundo de la animación nacional, pero seamos francos, los que ya tienen asegurada la chuleta no se inmutan y los que no, se ponen el pie entre ellos. Hasta nosotros han llegado aquellos que se quejan de que alguien les tomó el pelo o que se les niegan oportunidades, nuestra respuesta: “Aquí está el espacio para que expongas tu caso y hables de lo que mejor te parezca.” Resultado: “¿Hacerlo yo… para qué están ustedes?”. Espero se entienda.
En pocas palabras: todos nos quejamos, pero en realidad nadie quiere hacer mucho.
Parte III
Y en la humilde opinión de un ser que no cree en ninguna religión ni en seres divinos: El Gran Milagro puede ser un mal sueño de un animador católico... lo verdaderamente preocupante es que se puede convertir en pesadilla.
Celeste